Tan sólo tres kilómetros más abajo, en el camino hacia el norte, en un paraje conocido como Ponte Nova, se concentra al aire libre una de las mayores colecciones de miliarios que existen en las inmediaciones de las vías romanas. Es cierto que unas cuantas millas atrás, en territorio todavía portugués también existen otras concentraciones de miliarios que le otorgan el honor a esta vía de ser una de las que mayor número de miliarios tiene registrados.

En este caso se conservan en pie una docena de bloques cilíndricos que posiblemente estén dando fe de uno de los talleres de en donde se construían y eran tallados estos miliarios para trasladarlos luego a los puntos de señalización más o menos cercanos. El paso del tiempo y la erosión hacen que las inscripciones de todos ellos se hagan prácticamente ilegibles.

En todo caso, es un buen lugar para tomar conciencia del nivel de tecnificación que ya tenían los romanos en aquella época, no tan sólo para la construcción de los cilindros pétreos, sino también para la más compleja construcción de las propias vías de comunicación.