Mi nombre actual es Rosendo, aunque allá por el siglo X era conocido como Rudesindus. Fui hombre de abiertos horizontes. Sin embargo, siempre que quise reencontrarme, regresé, dejando como legado un mandato hospitalario que todavía hoy cumplen respetuosamente mis gentes: El de recibir “por siempre jamás a siervos y libres, a nobles y plebeyos de cualquier lugar que provengan”.
Cuando decidí llevar a cabo mi gran proyecto, busqué el más plausible emplazamiento, pues mi deseo era dejar “una obra maravillosamente edificada” que transcendiese a mi tiempo. Entonces decidí que sería en las tierras de Vilar, cerca del río Sorga y bajo el monte Leboreiro, tal y como las identificó mi hermano Froila. Tierras “llenas de viñedos, de frutales y de labradío –dijo el monje Ordoño-, cubiertas por praderas regadas con excelentes aguas”.
Ahora, que ya formo parte de la memoria perenne del convento de San Pedro de Ramirás, mi experiencia viajera me avala para invitarte a que vengas a conocer mi tierra.
Toma mi mano, pues, y déjate llevar. Te mostraré un rico patrimonio literario y verás cómo su hermoso monasterio es ahora un centro de enseñanza en libertad y no una mazmorra para las ideas.